sábado, 5 de enero de 2008

¿Tener hijos o no?

¿Tener hijos o no? No sé, últimamente me inclino más por el sí, claro
que, por algo soy madre, y ahora mismo, no lo cambiaria, aunque no sé
si alguna vez opinaré lo contrario.
Mas que reflexionar en abstracto intentaré enfocar la cuestión desde
la experiencia vital concreta.

Por un lado, he de decir que, al menos en los primeros años, la
experiencia es, desde el punto de vista emocional de las más intensas,
los buenos momentos son sublimes, y los malos momentos... muy duros.
¿Esa intensidad emocional es buena o mala? Depende, hay gustos para
todo. Hay personas a las que asustan los altibajos y la intensidad,
entonces, mejor dedicarse a otra cosa.
En el balance negativo, especialmente para la mujer en la sociedad
actual, está el no tener a penas tiempo para una misma, quedando este
repartido entre la atención a la familia e hijos y la vida
profesional.
Pero si tengo que destacar qué ha sido para mi lo fundamental, diré
que
la maternidad (y paternidad) es como un espejo en el que te ves
reflejado con todas tus virtudes y miserias; de repente, reencuentras
esa imagen a la que, por usual i repetida, habías dejado de prestar
atención: tú mismo. Cada situación nueva que vives con tu hija, es un
dilema; cada acto educativo implica un cuestionamiento de valores y
creencias; cada vez que haces aquello que sabes que no deberías hacer
pero no puedes evitar, entras en conflicto contigo misma. Es, en
síntesis, un ejercicio de reconstrucción de la propia identidad y de
reflexión entorno a tu modelo de ser humano, tu visión del mundo.
Al menos, para mí, esta siendo así.
He ido modificando algunas creencias, y me he dado cuenta de las
muchas ideas erróneas que circulan en referencia al comportamiento de
los niños, lo que es mejor para ellos, las bases de la educación,
etc. Ideas no fundamentadas (cuando buscas documentación sobre bases
empíricas, brilla por su ausencia) que todo el mundo, desde la vecina
del quinto al pediatra repiten. Ideas que a todos, en cierta manera,
nos conviene creer, porque sino, se nos desmonta la entelequia que nos
hemos montado.

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